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martes, 27 de noviembre de 2012

Camila, la historia oficial


Ella  era muy hermosa de cara y de cuerpo, muy blanca, graciosa y hábil pues tocaba el piano y cantaba embelesando a los que la oían. Tenía una gran personalidad.
Nació en Buenos Aires hija menor de Adolfo O'Gorman y Joaquina Ximénez Pinto.Era la quinta de los seis hijos en una familia de clase alta, de ascendencia mixta irlandesa, francesa y española. Dos de sus hermanos, como era típico de las familias poderosas en la Argentina post-colonial, se embarcaron en respetables carreras en la sociedad argentina. Uno, Eduardo O'Gorman, buscó una posición en la Orden Jesuita, mientras que el otro, Enrique O'Gorman estuvo al frente de la policía y de la penitenciaría, obtuvo general reconocimiento por su papel en la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires y fue eventualmente el fundador de la Academia de Policía de Buenos Aires. Camila era considerada un baluarte de la sociedad educada, y bailaba con frecuencia en fiestas formales en la sede del gobernador. También era amiga íntima y confidente de la hija de Rosas.
(por la línea paterna era nieta de la también célebre "Perichona" -Madame Perichon quien tuvo una agitada vida social, erótica, política. Se dice que fue amante del Virrey Santiago de Liniers, espía de los británicos, de los portugueses, de los franceses, protectora de contrabandistas y gestora de negocios turbios, tanto en Buenos Aires como en Brasil. )

A los 18 años, Camila conoció al padre Ladislao Gutiérrez, un sacerdote jesuita que había asistido al seminario junto con el hermano de Camila.Descrito como un joven de pelo negro y ensortijado, cutis moreno y mirada viva, modales delicados y un conjunto simpático, juicioso y lleno de aptitudes. El padre Gutiérrez provenía de un entorno similar (su tío era el gobernador de la provincia de Tucumán). Había sido nombrado párroco de la familia O'Gorman, y pronto comenzó a ser invitado a la propiedad familiar de éstos. Camila y Gutiérrez comenzaron rápidamente un romance clandestino.
Camila comenzó a sentir algo completamente nuevo y desconocido. Aumentaron sus conversaciones y paseos. Ella tenía muchas dudas respecto de la religión y él trataba de aclarárselas, aunque las suyas iban creciendo a medida que pasaban los días. Cuando les resultó imposible ignorar ante sí mismos que se querían, él la tranquilizó convenciéndola de que aquello no era un crimen. Reconocía haberse equivocado al seguir la carrera sacerdotal, pero consideraba que, por las circunstancias, sus votos eran nulos. Y si la sociedad no permitía que la hiciera su esposa ante el mundo, el la haría suya ante Dios.
Camila se dejó convencer. No podía imaginarse la vida sin él, pero tampoco estaba dispuesta a ser "la barragana del cura". Empezaron a concebir la idea de huir de Buenos Aires y cambiar de identidad para poder vivir casados ante Dios y ante los hombres. Poco a poco fueron forjando el plan: llevarían algo de ropa, lo que pudieran juntar de plata y dos caballos. Irían hacia Luján, de allí pasarían a Santa Fe. El destino final, si todo andaba bien, sería Río de Janeiro. Al pasar a Santa Fe fingirían haber perdido los pasaportes y pedirían otros con nombres falsos. El 12 de diciembre de 1847 fue el día elegido para la fuga. Al llegar a Luján, en una enramada que les había proporcionado el mesero y bajo la noche refulgente de estrellas, los amantes tuvieron su momento de felicidad.

Pasados diez días, el padre de la joven denunció el hecho al gobernador Rosas como "el acto más atroz y nunca oído en el país", mientras el obispo Medrano pedía al gobernador que "en cualquier punto que los encuentren a estos miserables, desgraciados infelices, sean aprehendidos y traídos, para que, procediendo en justicia, sean reprendidos por tan enorme y escandaloso procedimiento".

Con creciente angustia, los amantes vieron cómo se cerraban las puertas de sus respectivas prisiones. Estaban incomunicados entre ellos y con el resto del mundo. Se cree que Camila escribió a la hija del gobernador, Manuelita Rosas, pues existe una carta de la segunda, fechada en Palermo el 9 de agosto, en la que le dice haber intercedido ante su padre y le recomienda fortaleza. Camila explicó con franqueza que la historia de sus amores con Gutiérrez databan de fecha muy anterior a su fuga, que él no tenía vocación y su matrimonio había sido ante Dios. Que él no había hecho sus votos de corazón y que, por consiguiente, eran falsos y no era sacerdote. Que la intención de los dos era irse a Río de Janeiro, pero que no lo habían podido efectuar por falta de recursos. Declaró que no estaban arrepentidos, sino "satisfechos a los ojos de la Providencia" y no consideraban criminal su conducta "por estar su conciencia tranquila".Con creciente angustia, los amantes vieron cómo se cerraban las puertas de sus respectivas prisiones. Estaban incomunicados entre ellos y con el resto del mundo. Se cree que Camila escribió a la hija del gobernador, Manuelita Rosas, pues existe una carta de la segunda, fechada en Palermo el 9 de agosto, en la que le dice haber intercedido ante su padre y le recomienda fortaleza. Camila explicó con franqueza que la historia de sus amores con Gutiérrez databan de fecha muy anterior a su fuga, que él no tenía vocación y su matrimonio había sido ante Dios. Que él no había hecho sus votos de corazón y que, por consiguiente, eran falsos y no era sacerdote. Que la intención de los dos era irse a Río de Janeiro, pero que no lo habían podido efectuar por falta de recursos. Declaró que no estaban arrepentidos, sino "satisfechos a los ojos de la Providencia" y no consideraban criminal su conducta "por estar su conciencia tranquila".En la mañana del 18 de agosto de 1848, sentaron a cada uno de ellos en una silla, cargada por cuatro hombres a través de dos largos palos. Como a todos los condenados, les vendaron los ojos y, escoltados por la banda de música del batallón, los llevaron al patio rodeado de muros. Bajo el pañuelo, los ojos de Camila dejaban escapar dos hilos de lágrimas que, a pesar del dominio de sí expresado en un rostro inmutable, no podía evitar. Mientras los soldados los ataban nerviosamente a los banquillos, Camila y Gutiérrez pudieron hablarse y despedirse, hasta que este último comenzó a gritar:"Asesínenme a mí sin juicio, pero no a ella, y en ese estado ¡miserables...!".





Sus palabras fueron acalladas por el capitán Gordillo, que mandó redoblar los tambores e hizo la señal de fuego. Cuatro balas terminaron con su vida. Después, se oyeron tres descargas y Camila, herida, se agitó con violencia. Su cuerpo cayó del banquillo y una mano quedó señalando al cielo. "... en la vecindad quedó el terror de su grito agudísimo, dolorido y desgarrador...". Esta historia de amor de inocentes víctimas de intereses políticos iba a convertirse con el tiempo en el suceso más imperdonable del gobierno de Rosas.Los restos de Camila descansan en el Cementerio de la Recoleta, en la bóveda de los O'Gorman. Su historia fue llevada a la pantalla en dos ocasiones. La primera película se rodó en 1910 y lleva por título "Camila O'Gorman" y la segunda en 1984, "Camila",dirigida por María Luisa Bemberg. Fue nominada al Oscar a la mejor película extranjera.




La suerte parecía sonreír a los enamorados. Ya en Paraná, en febrero de 1848, consiguieron un pasaporte a nombre de Máximo Brandier, comerciante, natural de Jujuy, y su esposa, Valentina Desan. Al llegar a Goya con su nueva identidad pudieron tomarse un respiro y prepararse para la última etapa: Brasil. Mientras tanto, para ganarse la vida abrieron una escuela para niños, la primera que existió en esa pequeña ciudad.
Entre sus alumnos se destacan: Agustín P. Justo goyano,estadista, jurisconsulto, periodista y legislador de ponderada actuación cuando fue designado en 1887 camarista de los Tribunales de San Nicolás
LLevaban un buen pasar, Uladislao tenía un guardarropa compuesto de cuatro camisas, un poncho negro de alp aca, tres calzoncillos, un par de casimires, un chaleco, encendía cigarros con una lente. Mientras que Camila contaba con un chal, un p añuelo, cuatro enaguas, dos batas, cuatro vestidos y botines. Casados ante Dios la pareja hacía una vida responsable.
Pero una fatídica tarde, en una reunión, el sacerdote irlandés Michael Gannon reconoce a Ladislao Gutiérrez. La noticia corrió como reguero de pólvora y al día siguiente fueron encarcelados e incomunicados.



“El crimen cometido por Camila había provocado las iras de Rosas porque, al 
fugarse una mujer de buena cuna y un cura, cometían un atentado contra la 
hipócrita moral del rosismo. Había estallado un escándalo que había llegado a 
los diarios y Rosas, que vivía con un a concubina y tuvo hijos naturales, 
abominaba de los escándalos que fueran un desafío a la moral conservadora

de un dictador que añoraba el orden colonial.”
En cuanto Rosas conoció la noticia dio orden de que condujeran a los enamorados en dos carros separados a Santos Lugares, donde estaba la más temida prisión del régimen.
También Gutiérrez había hecho su exposición y ambas fueron llevadas por un chasque ante el gobernador. Casi amanecía cuando despertó a todos el retumbar de cascos de caballos, gritos y golpes violentos en el portón de entrada. Era el modo que tenían los hombres del gobernador de anunciar su llegada. Rosas ordenaba la inmediata ejecución de los reos sin dar lugar a apelación ni defensa. Sólo se les otorgaban unos instantes para confesarse y prepararse para morir. Fue entonces cuando Marcelino Reyes decidió mandar un urgente despacho avisando el estado de preñez de la joven, avalado por el médico de la prisión. Al mismo tiempo mandó una carta a Manuelita explicándole la urgencia de la situación. Reventando caballos llegó el chasque a Palermo y entregó los despachos al oficial de guardia. Pero la carta jamás llegó a Manuelita. El gobernador no podía aceptar que existiera un testimonio vivo de la desobediencia, un hijo que hubiera representado para muchos el triunfo del amor sobre el orden establecido.

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